Pablo Sarabia, el triunfo de un chico «muy normal»
2 minutos de lecturaFue una de las irrupciones sorpresa de la Eurocopa y ahora, tras cambiar París (PSG) por Lisboa (Sporting), sigue siendo uno de los recursos de Luis Enrique. «Tiene todo lo que un entrenador quiere de un futbolista», dice Machín, su técnico en Sevilla
Cuando se pregunta por Pablo Sarabia (Madrid, 29 años) en la Federación, casi sin querer se descubre el motivo por el que se ha convertido en uno de los ojitos derechos de Luis Enrique, que por cierto tiene unos cuantos. «Es un chico normal, muy humilde, muy buen chaval», responden desde la concentración. En una entrevista con este periódico durante la Eurocopa, de hecho, preguntó: «¿Qué tal el viaje?» al redactor, que se había trasladado desde Copenhague a San Petersburgo para cubrir los cuartos de final de la Eurocopa.
Y eso, el hecho de ser normal, es algo que se valora, y mucho, muchísimo, en esta selección española, donde la formación del grupo humano durante la Eurocopa ha provocado que el cuerpo técnico ponga mucho más cuidado en los aspectos personales a la hora de llamar a nuevos jugadores, o a la hora también de llamar a jugadores que dejaron de venir. Y Sarabia es un «chico normal» que ensambla perfectamente con ese grupo bajo la tutela de Luis Enrique. Su gol del domingo ante Georgia, más otro que le anularon, describe una de sus facetas más llamativas hablando ya de lo estrictamente futbolístico. Lo explica Pablo Machín, hoy técnico del Al-Raed de Arabia Saudí, que lo tuvo en el Sevilla en el curso 2018/19 como titular indiscutible. «Al margen de que se sacrifica por el equipo, y que si se aleja del área sabe ayudar al equipo, tiene algo que es lo más difícil en el fútbol: el olfato de gol». Esa temporada, por ejemplo, hizo 13 goles, que para un centrocampista o extremo no está nada mal.
«Como todos los grandes jugadores, tiene una mentalidad muy competitiva, confía mucho en sus posibilidades, y el año que estuve con él me lo demostró», prosigue Machín, que hace un análisis más allá del fútbol: «Ese año acababa contrato, le habían ofrecido la renovación, tenía una relación amor-odio con la grada que finalmente hizo que cayera de su lado con rendimiento y mucho respeto. Tuvo un tema personal muy complicado, como fue la enfermedad de su padre, y casi nadie se enteró, no le afectó casi a su rendimiento. Eso dice mucho de él».